Partindo de Assunção, subiram o Paraná e chegaram a Ciudad Real em 1º de fevereiro de 1610; ali eles se ocuparam tão intensamente com o bem espiritual dos espanhóis, que ambos os padres ficaram gravemente doentes e o presbítero Melgarejo, que tinha ido com eles, como dissemos, administrou-lhes o viático.
Ja oración, cuando, al momento, comienzas, por todas las casas a rezar con la puntuali dad que si tuvieran Regla de ello; ni les hi’ parecido a los padres hasta ahora señalarle, fiscales, asi por no ser necesarios, porque er. V? esencial sirven de eso los niños de la es cuela que avisan de los enfermos que hay de los infieles, y de las criaturas recién nc (idas para bautizarlas, como por no ser pe lados a estos indios tan en los principios. Esto lemos en las Anuas, suscritas por Diego de Torres, en febrero de 1613, mientras que en las que suscribió a 8 de abril de 1614, o sea, un año más tarde, refiere no sólo los trabajos apostólicos de los cuatro misioneros, sino también las persecuciones de que eran objeto, así de parte de los españo les, de las ciudades del Guairá, como de parte de los portugueses, para quienes esas Reducciones constituían un óbice a sus insidiosas conquistas de las tierras españolas y les ofrecían un centro de indígenas, donde ir a hacer esclavos, llevándolos a sus factorías, en calidad de tales. Pero en otro capítulo nos ramos a referir extensamente a estas malocas de los paulistas o mamelucos, que tuvieron en continuo sobresalto a los misioneros y a sus neófitos. Tradução: Lemos isto nos Annuas, assinados por Diego de Torres, em fevereiro de 1613, enquanto nos que assinou em 8 de abril de 1614, ou seja, um ano depois, refere-se não só às obras apostólicas dos quatro missionários, mas também as perseguições a que foram submetidos, tanto por parte dos espanhóis, das cidades de Guaíra, como por parte dos portugueses, para quem estas Reduções Constituíram um obstáculo às suas insidiosas conquistas de terras espanholas e ofereceram-lhes um centro para os povos indígenas, onde poderiam ir e fazer escravos, levando-os para as suas fábricas, como tais. Mas num outro capítulo nos referiremos longamente a essas malocas dos paulistas ou mamelucos, que chocavam continuamente os missionários e seus neófitos. Recuerda a continuación el Padre Torres ton cuánto fervor y devoción celebraron iquellos nuevos cristianos la fiesta de Cor o us y la de San Ignacio: Parece, agregaba Torres, que todos estos neófitos del Guayrá han comprendido bien la doctrina de los Padres, según el fervor que demuestran en el servicio divino, celebrando las fiestas princiipales con piadosa emulación en los preparativos, y perfeccionando cada vez más lo hermosura de sus templos El nacimiento de Cristo Nuestro Señor, entre los hombres, se celebró este año la primera vez en el pueble ie Loreto con una asistencia enorme de gente, la cual contemplaba con piadoso asombre ti pesebre y lo demás que se había prepo rado para este fin. . . Acompañan las misa: solemnes con canto, lo mejor que se pued. txigir. Atraídos por estas solemnidades ex Priores y ayudando la divina gracia, se afi donan cada vez más a los misterios de núes ´xa santa fe. Quiera Dios que el trabajo gastado po> vuestros Padres en el cultivo de estos indio « \*nga el resultado deseado. Hay señales qu ití será, porque todos tienen un admiraldr cariño para con los Padres, y gran deseo di ser bautizados, tanto, que entre los mucho\ habitantes de estos cuatro pueblos, que serán más de siete mil no hay ninguno que no quiera hacerse cristiano; y solamente pregun- tarles si quieren ser cristianos, les pared como una injuria grande, contestando ellos, que solo para este fin han dejado su tierra, para vivir por consejo de los Padres en estas tierras extrañas. Y sucedió que cierto cacique, todavía no bautizado, deseaba enfermane para lograr asi más pronto la dicha de ser bautizado. [p. 105, 106] Diego de Torres, en la carta que acaba- mos de citar, se refiere a cuatro Reducciones, con siete mil almas, y eran ellas las dos pri- mitivas, refundadas o reorganizadas, con la llegada del Padre Ruíz de Montoya, y ade- más otras dos, San Javier y San José. A estas cuatro se refiere el mismo Diego de Torres en las Anuas, suscritas a 12 de junio de 1615, pero sólo menciona a tres de los misioneros, porque joven aún, pues frisaba en los 26 de su edad, había fallecido el Padre Urtasún, como ya indicamos. La muerte de este joven y fervoroso misionero y las depredaciones de los paulistas obligó a los misioneros a reducir a solo dos las cuatro reducciones que ya tenían fundadas, y solo dos eran en 1617. Loreto en este año contaba con 700 familias y San Ignacio con 850, llegando a 450 los niños que frecuentaban la escuela en el primero de esos pueblos, y 500 los que acudían a la del segundo. Con fecha de 17 de Febrero de 1620 es- cribía el entonces Provincial Pedro de Oñatc que la población de las dos Reducciones del Guairá era de casi ocho mil almas, y tienen ya muy formados los pueblos, casas y sementeras y están reducidos a forma de una muy ordenada república, y lo que es más en tierra donde jamás se vio nada de esto, han hecho los Padres estancia de vacas, ovejas y cabras, y plantado viña y cañas dulces . v hecho casas y unas iglesias admirables, y ca- pacísimas, siendo los mismos Padres los la- bradora. viñateros, carpinteros, albañiles y arquitectos y enseñando a los indios y ha- ciéndola oficiales. . . Tienen el culto divino muy en su punto y han enseñado a los indios al canto de órgano y cantan muy bien a tres coros y tienen un terno muy bueno de chi- rimías que son las primeras que hay en toda la Gobernación del Paraguay. Ni se contentaron los jesuítas con la existencia de aquellas dos reducciones, ya que a partir de 1622 fundaron otras no pocas. El alma de estas nuevas fundaciones, no siempre con las suficientes garantías dr continuidad, fue el animoso Padre Antonio Ruíz de Montoya A él muy principalmente se debió en 1622 la fundación de San Javier en la comarca de Tayatí o Ibitirimbetá; en 1625 la de San José, en el Tucutí, entre los ríos Ivahí y Tibagí y la de Encarnación en el territorio de Nautingui y posesiones del cacique Pesido; en 1626 la de San Miguel en el Ibitiruzú o Ibiangui, y la de San Pablo, sobre el río Iñcay, entre las tierras de Tayatí y las de Tayaobá; en 1627 la de San Antonio en el Ibiticoí, la de Concepción en la región de los Guatacos o Guayanas, y la de San Pedro en la misma región; en 1628 se fundó la Reducción de los Siete Arcángeles, en tierra de Tayaobá, y la de Santo Tomás, entre las Reducciones de San Pablo y Arcángeles, y la de Jesús María en las serranías donde dominaba el cacique Guiraverá. En la fundación de todas estas Reducciones intervino, o como misionero, o como superior de las misiones del Guayrá, el Padre Antonio Ruíz de Montoya. pero todas ellas fueron perseguidas y deshechas, en gran parte. por el sanguinario proceder de los Paulistas. Por todos esos pueblos corría infatigable el dicho Montoya, evangelizando a los ignorantes, resistiendo en más de una ocasión a los hechiceros, defendiendo a los indios de las asechanzas de algunos capitanes españoles, que con un pretexto o con otro querían meter la mano en aquellos pueblos, y llevarse por esclavos a los indios de los mismos. Referir los percances que en estos años le sucedieron, las hambres que padeció, los peligros de muerte que hubo de correr en muchas ocasiones, sería tarea difícil, aunque, por otra parte, interesante. Como veremos en otro capítulo, las Reducciones del Guairá fueron terriblemente saqueadas, una y otra vez, por los portugueses de San Paulo, de suerte que tuvieron que mudarse más al sur, a la región del Paraná o a la vecina del Uruguay. 10 — La misión de los Guaicurúes. Como dijimos, fueron destinados a explo- rar el país de los Guaicurúes, frente a la Asunción, río por medio, los Padres Vicente Griffi y Roque González de Santa Cruz. Este, que acababa de ingresar en la Compañía de Jesús era aun novicio. La empresa contó con dificultades desde el primer momento, y a la postre resultó un fracaso. Cuando se iba a partir, el Padre Griffi enfermó de gravedad y durante cinco meses nada pudo hacer, sino atender a su mal. Por otra parte, el río Paraguay creció tanto que anegó casi toda la tierra de los Guaycurúes [p. 105, 106, 107] ESTABLECIMIENTO DE LAS REDUCCIONES y compañero el Padre Pedro Canigral; en 1654 gobernaba el pueblo el Padre Pedro Coméntale. No conocemos la nómina de los sucesores de éste, hasta 1713, año en que era Cura el Padre Diego de Haze. y era su com- pañero el Padre José Serrano. Al año suce- dieron a éstos los Padres Pablo Benítez c Isi- doro Sánchez, y desde 1732 los Padres Ber- nardo Nusdorfer e Inocencio Herber. Desde 1742 hallamos a los Padres Salvador Quin- tana y Lucas Rodríguez, reemplazados ambos en 1749, por los Padres Esteban Fina y An- tonio Navas. Fina fue Cura desde 1749 hasta 1765, pero en 1751 el Padre Blas Rcshinger sucedió al Padre Navas, y, en 1757, se le dieron dos compañeros, los Padres José Un- ger y Matías Strobel. Este último perduró en cil a Reducción, ya con Fina y Unger, desde 1757, va con Fina y Adolfo Skal desde 1760, ya con Felipe Ferder. aue era el Cura, y Jaime Carreras, desde 1765. Solo dos ger- manos, Ferder y Strobel, estaban en Loreto, cuando sobrevino la expulsión. Fallecieron en este pueblo varios misione- ros de grande y gloriosísima actuación, desde los primeros en pasar a la eternidad, como los Padres Martín Javier Urtasún (1613) y Juan Bassco, hasta los postreros, como los Pa- dres Martín Ycgros (1740) e Ignacio Pérez (1746). Entre los unos y los otros recibieron allí sepultura los restos mortales de los Pa- dres Pedro de Espinosa (1634), Juan Ornos, Antonio Ruiz de Montoya (1653), Andrés Gallegos (1682), José Lorenzana (1714), Jo- sé Serrano (1713) y Salvador Rojas (1714). Antonio Ruíz de Montoya no murió en Loreto, sino en Lima, pero los indios de esta Reducción tenían tal aprecio y estima de este gran misionero que una numerosa comi- tiva de ellos se trasladó a la Ciudad de los Reyes, y reclamó la entrega de los restos mortales del fervoroso misionero, y los tras- ladaron hasta Loreto, donde recibieron ho- norífica sepultura. En una relación anónima de fines de siglo XVII leemos que el Vene- rable Padre Montoya fue el gran animador de Loreto cuyos huesos descansan en dicho pueblo, en una hermosa urna Allí también está el cuerpo del venerable Padre Pedro de Espinosa. La población de Loreto que ascendía a 1.717 almas en 1650 y a 2.089 en 1667, con- tó con 4.060 en 1702, y con 6.077 en 1733, pero bajó a 3.276 en 1750 y a 2.912 en 1768. En 1784 había descendido aun más, pues sólo contaba con 1.500 pobladores. En 1960 visitamos el solar que ocupó la reducción de Loreto, y entre grandes amon- tonamientos de tierra y en medio de espeso bosque, pudimos ver varias columnas de pie- dra labrada. En un pequeño, moderno y pobre cementerio, donde reciben sepultura los que fallecen en algunos caseríos cercanos o lejanos, pues no hay en Loreto población alguna aglomerada, se puede ver el exornado capitel de una columna de piedra. Abundan entre las ruinas los naranjos de fruta dulce y agradabilísima. El actual Gobernador de Misiones, doctor César Napoleón Ayrault está decidido a limpiar el solar, ocupado otrora por Loreto y reconstruir, como se hizo en San Ignacio, las ruinas que aun existan. Corpus, o Corpus Christi, se fundó en 1622 sobre el Río lana o Iniambey que, por el Occidente, desemboca en el Paraná, y lo establecieron los Pades Pedo Romeo y Diego de Boroa, valiéndose de los neófitos de la Re- ducción de la Natividad dr la Vigcn, a los que los paulistas habían perseguido y disemi- nado. Corpus quedaba así más alejado de los malones oganizados por aquellos hombres desalmados, pero no del todo, y por esta ra- zón, en 1647 se trasladó al Oriente del Pa- raná y se situó sobre el río Uruguay, desde donde se trasladó al norte de Curupaity, el 12 de marzo de 1701. Se vió que su ubica - ción anterior era enfermiza, a causa de las aguas. Fueron Curas en este pueblo de Corpus desde 1631 los Padres Pedro Borquez y Cris- tóbal de Arenas; desde 1654 los Padres Pe- ro Romero y Juan de Porras; desde 1657 el Padre Pedro de Molas; desde 1713 los Pa- dres Tomás Rosa y Onofrc Carpini; desde 1724 los Padres Gabriel Patiño y Martín de Ycgros. Desde 1732 les suceden los Padres Pedro Jiménez y Francisco Ucedo, desde 1742 Esteban Fina y Manuel Amal. des- de 1749 Felipe Arias y Tobías Pétola, desde 1757 Pedro Sanna, Juan Fabrés y Jerónimo Zacarías, y a estos últimos se agregó, en 1760, un tercer compañero, el Padre Alejandro Villavicja. En 1765 sólo hallamos al frente de Corpus a los Padres Sanna y Nicolás Cabantos. En esta Reducción fallecieron los Pa- dres Canigral (1654), Francisco Clavijo (1664), Francisco Silva (1680), Juan Ro- mero (1684) y Juan de Ycgros (1626). Contaba Corpus con 1.604 almas en 1644; [p. 148] Jiménez (1718), Pedro Montenegro (1728) y Domingo Terrén (1751) A 1.400 almas ascendían las que había en Mártires en 1644; a 2.124 las que había en 1702; a 3.665 las que había en 1733. Algo disminuyó aquella población en 1750, pues era de 3.058, y al acaecer la expulsión en 1768 era sólo de 1.882. En 1784 había ba- jado a 937 almas. Los bienes de este pueblo, en 1768, eran 7 yerbales, 13 algodonales, 3 trigales, 2 caña- verales y muchos frutales. Contaba con 10.000 vacas y otras tantas ovejas, y con cerca de 1.000 caballos. Si de los pueblos situados sobre el Uru- guay, bajamos a los que se encuentran hoy en lo que es la Provincia de Corrientes, por la parte occidental de aquel río, y en lo que es abora territorio argentino, corresponde recordar los de La Cruz. Santo Tomé y Ya- peyú. También hemos de recordar los pue- blos de San Carlos Borromeo y de San José, aunque bastante atajados de ese río. La Cruz, o la Santa Cruz, primitivamente llamado la Asunción de Acaraguá, fue re- ducción fundada en 1628 por el Padre Cris- tóbal Altamirano, sobre el río Acaraguá, afluente occidental del Uruguay, desde don- de pasó al río Mbororé, afluente del mismo Uruguay. Pero si, en su primera ubicación fue asediada por los paulistas, en la segunda tuvo que vérselas con los charrúas y yaros. En busca de defensa se unió a la Reducción de Yapeyú, pero en 1657 emigró a la región más austral de las Misiones, ubicándose so- bre el Uruguay, a 8 leguas al norte del Ya- peyú. Los primeros Curas de La Cruz fueron los Padres Cristóbal de Altamirano y Pedro Ro- mero, y aunque a este último sucedió en 1631 el Padre Adrián Formoso, aquel en ca- lidad de Cura principal gobernó la Reduc- ción desde 1628 haíta 1648. En 1655 halla- mos al frente de La Cruz a los Padres Fer- nández y Juan Salas. En el decurso del siglo XVIII, hallamos a los Padres Gabriel Patiño y Francisco de Olmos, desde principios de 1713 hasta fines de 1714, succdiéndoles en el postrero de esos años los Padres Antonio Ligoti y Diego de Lczama, y, en 1732, a ellos o a otros, los Padres Antonio Navas y Miguel de Cea, y, desde 1742, los Padres Miguel Morales y Conrado Herber. En 1749 son Curas, los Padres Juan Delgado y Diego Aráoz; desde 1757, los Padres Antonio Pla- nes y Juan García, y desde 1760, los Padres Miguel Morales y Javier Limp. A este últi- mo sucedió en 1765 el paraguayo Juan Alón, so Díaz. La Cruz tenía 3.851 almas en 1702, 4.345 en 1755, 2.410 en 1750. y 3.523 en 1768. Era en 1768 una de las Reducciones más prósperas económicamente, pues en su es- tancia había 32.000 cabezas de ganado va- cuno, 27.000 ovejas, 5.400 yeguas, 1.800 bueyes, 400 caballos mansos y 130 cerdos. Contaba además con varios algodonales que daban al año 2.000 arrobas, y con yerbales que daban cada dos años 1.200 arrobas. En el huerto había 5.000 árboles frutales. Ex- plotaba una cantera de itaquí o piedra blan- da y tenía una calera. San Carlos o San Carlos Borromeo. fue la fundación del Padre Pedro Molas. La estableció, en 1631, sobre el Caapí, junto al río Uruguay, desde donde, perseguido y destrozado por los crueles paulistas, transmigró, en 1638, a un punto cercano a las fuentes del río Aguapey, tributario también de aquel río. La actual ciudad de San Carlos, al noreste de la Provincia de Corrientes, y sobre la línea fronteriza con la de Misiones, está en el emplazamiento de la antigua reducción. En 1644 hallamos al frente de este pueblo a los Padres Pedro Alvarez y Juan Bautista Hornos, y en 1655 a los Padres Francisco de Molina y Andrés Gallegos; en 1713, a los Padres Pablo Benítez y Gerónimo Del- fín; en 1714 a ios Padres Policarpo Dufo y Juan de Yegros; en 1724, a los Padres Fran- cisco García y Domingo Calvo; en 1732 nuevamente es Cura principal el recordado Benítez, y es su Compañero el Padre José Gómez. Bartolomé Piza y Antonio Ligoti son curas desde 1742; Pedro Sanna y el mismo Ligoti, desde 1745; Salvador Quintana y Jo- sé Guinet, desde 1749, y el mismo Quintana con Santiago Bocio, desde 1751, y con Rafael Campomar y Bernardo Nusdorffer desde 1758, y con Nusdorffer y Lorenzo Ovando, desde 1760, y con Mateo Cano, Jaime Pa- ssino y Jerónimo Zacarías, desde 1765. Quin- tana seguía siendo el cura, cuando acaeció el destierro de los Jesuítas, en 1768, pero eran entonces sus compañeros los Padres Antonio Pedro Gómez y Jaime Passino. Terminaron sus días en esta Reducción los Padres Francisco Ricardo (1672), Fran- cisco de Molina (1679), Hernando de San- ta Cruz (1682), Antonio Bohm (1695), [p. 154] Como se pode deduzir deste e de outros documentos, a constituição dos bairros, nos quais se agrupou certo número de caciques, deveu-se ao fato de se buscar parentes próximos e estranhos estarem de certa forma distantes, de acordo com o fundo nativo. Por isso, os do bairro de Pirapó eram descendentes dos caciques que fundaram a cidade de Loreto; os de Los Angeles eram os que vinham de Tayaoba e Piquiru; os de Encarnación vieram de Nuantigui, e os de San Javier vieram de Yupabi e Ibitirembeta. [Página 270] Um homem cortado de acordo com esse mesmo padrão foi o padre Diego de Salazar, um andaluz. Ingressou na Companhia em 1612, aos vinte anos, e cinco anos depois foi para o Rio da Prata. Quarenta e dois anos viveu entre os índios guaranis sem sair de seu território, nem visitar a cidade de Assunção, mas não havia área missionária onde não tivesse trabalhado, já em Guayrá, Gran Tayoba, Caayú, Atibajiva, Ipaundi, Yupabay, e em outros igualmente distantes e pouco conhecidos. Certa vez, tratou da conversão dos gualachos, cuja língua veio a conhecer, mas pouco pôde fazer com eles. Ele morreu em San Ignacio Miní, em 25 de março de 1659. [Página 332] LOS GRANDES MISIONEROS Marciel o Marcial dt Lorenzana. Español, natural de León (1566). Fué uno de los grandes misioneros de la primera hora, y a él se debió la fundación de la primera Reducción, la de San Ignacio Guazú. Fué además dos veces rector del Colegio de la Asunción. Falleció en 1632. Pedro Alvar tz. Misionero de Guarapíes, y Cura de la Reducción de la Natividad del Acarai. Los superiores le destinaron a la difícil conquista de los Chiriguanos, la que inició en 1634. Falleció en 1652. José Oregio. Era Romano. En 1644, después de haber estado en otros pueblos misioneros, gobernó el de Bororé, con el Padre Cristóbal Altamirano. Falleció en San Javur, en 1664. Juan Agustín de Contreras. Español. Fundó la Reducción de San Cristóbal en el Tape. Falleció en Nuestra Señora de Fe, en 1668. Juan Pastor. Español, nacido en Valencia (1583). Fué misionero celoso y sacrificado. Gobernó toda la provincia del Paraguay entre 1651 y 1654. Años antes había sido procurador ante las Cortes de Madrid y Roma. Falleció en 1665. Francisco Díaz Taño. Canario, natural de Palma (1592). Gran misionero, sobre todo en la Provincia del Tape. Jarque ha escrito su vida. Falleció en Córdoba, en 1677. Roque González de Santa Cruz. Paraguayo. Uno de los mis grandes misioneros de la primera hora. Su martirio fué en 1628. Pedro Molas. Español. Primero en San José, después en Santo Tomé y en Corpus fué un gran Cura y defensor de los indios contra los Paulistas. Diego de Boroa. Español, natural de Trujillo (1583). Era de la talla misionera de Lorenzana, Cataldino, Masseta, Roque González de Santa Cruz. Entre 1634-1641 gobernó toda la Provincia Jesuítica. Falleció en 1658. Antonio Pablo Palermo. Italiano. Después dr haber sido misionero de Guaraníes, durante treinta años, falleció en Itapúa en 1665. Tomás de Ureña. Durante muchos años fué misionero y compañero del Padre Diego de Alfaro. Fué Procurador de la Provincia. Falleció en Itapúa en 1671. Juan Suárez de Toledo. Era madrileño (1594). Además de fundador de la Reducción de San Joaquín, en 1633, fué Superior de todas las Reducciones. Falleció en 1675, en Santa María la Mayor. José Cataldino. Italiano, nacido en 1571. De los más grandes misioneros de la primera hora. Falleció en San Ignacio Miní en 1653. Siloerio Pastor. Español, natural de Aliaga en Aragón (1596). Misionero celoso y Superior de las Reducciones. Murió en Santa Ana en 1672. Francisco Jiménez. Español. Después de ser catedrático de Filosofía, fué misionero. Entre 1646 y 1651, fué secretario del Provincial Fcrrufino, y en 1663 gobernó la Provincia como vice-provincial. Falleció en Mártires en 1718. [p. 336] tese
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