'Las minas de oro y la “maligna especie para desacreditar a los jesuitas” 0 01/01/2022 Wildcard SSL Certificates
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Las minas de oro y la “maligna especie para desacreditar a los jesuitas”
    2022
    Atualizado em 11/07/2025 02:50:18

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de situaciones particulares, nombrando miembros del Cabildo, descri-biendo cada uno de los pueblos, en especial los ornatos de las iglesias y armas, empadronando a los indios, pero curiosamente sin indicar en su informe alguna cuestión referida a las minas de oro.

Mientras tanto, en noviembre de 1647, los capitanes Melchor Casco de Mendoza, Juan de Azurza, Cristóbal Ramírez Fuenleal y el alférez García Vanegas de Guzmán, vecinos feudatarios de Asunción, escribieron al gobernador Escobar Osorio sobre el intento de Lariz de ir a visitar las reducciones para encontrar las minas de oro. Dicen que con veinte hombres no pueden ir, como no lo pudo lograr anteriormente el gobernador Pedro Lugo de Navarra (1636-1641) que informaría sobre la inexistencia de oro. Pero insisten que para ese descubrimiento “lo harán con sus armas, y a su costa descubrirán para S.M. un nuevo Potosí y más rico” (PASTELLS, 1915, p. 172).

Por su parte, Lariz envió a sus soldados, ofreciéndoles al que en-contrase las minas “el título de capitán, un espléndido traje y doscientos ducados” (DEL TECHO, 2005, p. 697). La expedición se fue notificando entre los indios, hasta que un joven13 les contó que de niño había ido con su padre a los yacimientos. Lo comunicó al gobernador Lariz y este lo envió con el intérprete Marcos de la Vega14 y seis soldados. En el informe que eleva Vega (citado por VIANNA, 1970, p. 209) escribe que un indio dijo que era uno de los que sacaban el oro:

y daban a los Padres, y que se sacaba como pepitas de (…) çapallo y otros granos maiores y otros mas pequeños y que también se sacaban piedras como pasadas con alfileres de oro y que en el Paraje adonde se sacaba era una laguna y arroyo que estaba entre tres cerros y que en aquel paraje avia ranchos adonde se recogian los indios que lo sacaban.13 Según Furlong (1953), siguiendo a Cardiel, ese joven era el mencionado Ventura. Pero cree-mos que fue el otro condenado, Felipe, que comentaremos luego.14 Marcos de la Vega dejó testimo [p. 10]

El informe continúa describiendo que el gobernador convocó al P. Díaz Taño y el indio repitió su confesión frente a él. Luego manda-ron al indio con Vega y otros hasta Corpus, mientras Lariz se quedó en Yapeyú (VIANNA, 1970, p. 210). Después de interrogar a muchos indios, nada encontraron, por lo que Ventura y otro indio llamado Fe-lipe se escaparon a Yapeyú donde fueron atrapados por los jesuitas y devueltos al gobernador que intentó someter al muchacho al escarnio público. Sin embargo, los jesuitas intervinieron porque no solo querían salvarle la vida, sino que, una vez confesada la verdad, les serviría de testigo sobre la falsedad de su afirmación,15 quedando condenado a doscientos azotes en la plaza pública de Santo Tomé y destierro perpetuo (PASTELLS, 1915, p. 175). Díaz Taño aprovechó para solicitar el testi-monio de los indios y de los miembros de la expedición para justamente resguardarse de las viejas acusaciones y las injurias del obispo y para que se investigue la verdad. Como también lo requirió el P. Juan Antonio Manquiano, procurador del colegio de Asunción, con el gobernador Escobar y Osorio (PASTELLS, 1915, p. 176-178).En la varias veces mencionada Historia de la Conquista, Lozano (1873b, p. 435) trata sobre la gobernación de Lariz y relata la entrada que hizo al Uruguay para verificar este acierto. Llevó a un minero y a todos cuanto pudo que vociferaban sobre el oro y todo resultó en vano. El minero era Martín de Vera quien también se adentró con cinco sol-dados y otro indio informante llamado Cristóbal Cuma y no encontró nada (PASTELLS, 1915, p. 175).

Hacia el cumplimiento de un objetivo anunciado

El obispo de Asunción, el mencionado franciscano Bernardino de Cár-denas, obtuvo la posesión canónica del Papa en 1640, aunque los jesuitas de Córdoba no consintieron su consagración porque no trajo consigo la correspondiente bula que lo abalara. En cambio, lo hizo al año siguiente el obispo del Tucumán, fray Melchor Maldonado OSA y en 1642 tomó posesión de la diócesis de Asunción, en tanto que a fin de ese año llega-ron las bulas fechadas el 18 de agosto de 1640. Comenzaron las asperezas con los jesuitas, aunque más ríspidamente con el gobernador Gregorio de Hinestrosa que declaró la sede vacante y Cárdenas se refugió en Co-rrientes hasta 1647 en que regresó con una cédula de la Audiencia de Charcas que lo restituía en el cargo. Muerto el sucesor de Hinestrosa, el Cabildo lo designó gobernador. Con ese poder, llegó su venganza, con acusaciones sobre supuestas herejías en el catecismo de los guaraníes y las minas de oro, con lo que decidió expulsar a los jesuitas el 7 de marzo de 1649 con la anuencia de los cabildantes. Poco le duró su mandato pues fue reemplazado por un nuevo gobernador que lo destituyó y envió a Chuquisaca para declarar sobre sus hechos. Aquella expulsión justa-mente se justificó con las afirmaciones del obispo-gobernador y el virrey mandó al oidor licenciado Andrés Garavito de León16 para que aclarara la situación conflictiva del Paraguay (COLECCION, 1768).

Garavito convocó a una audiencia pública donde se trataron tres temas. Primero sobre la expulsión de los jesuitas llevada a cabo por Cárde-nas, luego por los daños ocasionados a la iglesia y el colegio que provocan los seguidores del obispo y finalmente las acusaciones de las minas de oro. Estos cónclaves fueron presididos por el visitador, desarrollán-dose entre el 12 de abril de 1650 y el 6 de noviembre del año siguiente en que se publicó la sentencia en la Plaza Mayor de Asunción en “alta voz por el negro Miguel”. Los autos, que publica Trelles (1867, p. 54-93), condenaron a una serie de funcionarios del Cabildo y se iniciaron con la declaración que hizo el procurador P. Juan de Rojas, quien afirmaba que le había llegado un informe, elevado a la Audiencia de Chile, del provincial dominico fray Jacinto de Jorquera, que caracteriza como libelo. Ese texto sigue las denuncias del obispo Cárdenas, sobre que los jesuitas “ocultan grandes tesoros en dichas provincias en fraude de su Real Ha-cienda” (TRELLES, 1870, p. 54), entre otras acusaciones que incluían la 16 Caballero de la orden de Santiago, Oidor de la A15 Aunque no tan detallado, el informe de 1647 de Lar [p. 11]

El deán de la catedral de Albarracín manifiesta que el mandatario no le creyó y luego de detallar las condenas, explica que los jesuitas in-vitaron al oidor a que recorra las reducciones como testigo ocular, para que comprobase que no había minas. Ante las escusas del funcionario, el P. Juan Pastor se lo solicitó judicialmente como provincial y esto venía a cuenta por que también se decía que los jesuitas no dejaban entrar a las reducciones a obispos ni gobernadores. Este pedido fue reforzado por el anciano Diego de Boroa que dejó un escrito donde expuso la ne-cesidad de su visita como “remedio decisivo contra tanta maledicencia” (ASTRAÍN, 1916, p. 621).El tema del oro continuó sobrevolando la alucinación mental de los europeos, ávidos de encontrar riquezas en las nuevas tierras. La no-ticia llegó a Europa y alcanzó a haber quienes escribieron a la Audiencia de Charcas diciendo que conocían el sitio de las minas.El indio Domingo y de vuelta al ruedoComo Garavito no había recorrido las tierras personalmente, la Audien-cia de Charcas envió como visitador y gobernador del Paraguay a su oidor Juan Blázquez de Valverde (1656-1659)18 con la expresa comisión de recorrer las reducciones, empadronar a los indios para establecer quiénes pagarían tributo y, lo más discretamente posible, encontrar las mentadas minas de oro.No había llegado aún a Asunción, que comenzaron a lloverle denuncias en contra de los jesuitas, algunas muy insólitas como la que se refiere Del Techo (2005, p. 701) donde los denunciaban de enviar remesas de oro a los portugueses y franceses. Incluso se esparció que un soldado había dicho que, sirviendo en el ejército francés, cuando fue sitiada Picardía por los españoles, “habían recibido una gran suma de dinero” y que provenía de Uruguay.19Como ya era costumbre, los acusadores se encubrían detrás de algún indio, en este caso uno llamado Domingo. Así fue que lo persua-dieron para que declarase ante el oidor, diciendo que pertenecía a las reducciones jesuíticas (JARQUE, 1687, p. 238), dejando expresado que

había visto una mina muy rica, de donde hacían los padres, que sacasen los indios gruesas cantidades de oro, para cuya defensa habían fabricado una fortaleza en forma de castillo re-gular, con sus baluartes, cortinas, fosos, terraplenes, puertas y rastrillos. Estaba coronada con mucha y gruesa artillería, en la forma, que la tenía, todo delineado en aquel pliego de marca, de que hizo demostración y que él sabía dónde estaba todo lo referido y lo haría patente a los ojos si le llevaba el oidor, con seguro de que los padres no le castigasen por haber des-cubierto lo que tenían tan secreto y amenazadas graves penas a cualquier indio que lo manifestase (JARQUE, 1687, p. 239).

Por el mismo tiempo otro indio había llevado una piedra con venas de plata a un religioso diciendo que los jesuitas la labraban en las reducciones. El eclesiástico, claramente antijesuita, hasta mostró la pie-dra en un sermón para evidenciar la codicia de los jesuitas. Se propagó la supuesta acusación, aunque poco después se supo que el indio había robado la piedra del altar de una imagen de la Virgen ubicada en una iglesia franciscana. Mientras tanto el oidor llegaba a las reducciones y el indio delator se fugó, siendo encontrado en la reducción de Yapeyú y remitido al funcionario, a quien le confesó su mentira manifestando queél nunca había visto, ni estado en aquellas reducciones y me-nos sabía qué cosa era una fortaleza, ni castillo, pues nunca había estado en parte, ni ciudad alguna que tuviese tal de-fensa, ni jamás supiera, aunque le viera comprender y deli-nearle, lo cual daba por notoria prueba de que aquel papel o mapa que había mostrado y entregado a su Señoría no era suyo, como toda la machina de su deposición, sino de otras personas, que tenían mal corazón con los Padres de la Com-pañía (JARQUE, 1687, p. 240).

El oidor también había llevado mineros que le dijeron “que no solo no había allí minas, sino que el clima y disposición de la tierra le re-pugnaban” (JARQUE, 1687, p. 240). Esto mismo había informado Lariz al gobernador de Buenos Aires cuando en 1647 visitó las reducciones. Volvió el oidor a Asunción donde no solo declaró nuevamente libre a la Compañía de Jesús de las calumnias, sino que alabó la labor misional que realizaban en los por entonces veintidós poblados que tutelaban, ratificando las sentencias de Garavito.Figura 1: Sentencia de Juan Blázquez de Valverd19 El sitio de Picardía, inserto en la 18 Catedrático de Prima de Leyes en la Universidad de Lima, del Consejo de su majestad. Oidor de la Real Audiencia de Charcas, Gobernador y Capitán General de la provincia del Paraguay y visitador de las provincias de Uruguay y Paraná. MON [p. 15]

El informe que sobre el tema realizó Blázquez de Valverde en 1657 fue impreso al año siguiente (Figura 1). Allí se retrotrae a las actas del Cabildo que anuló Garavito de León, ratificando las sentencias que pronunció y sumando al expediente, que llevaba por entonces más de trecientas fojas, su propia condena, presidida de las disculpas y retrac-ción de los acusados: “condeno a perpetuo silencio en ellas con aperci-bimiento, que volviéndolas a mover y solicitar, serán desterrados de esta provincia perpetuamente como alborotadores de ellas y condenados en las penas corporales en que incurren los delatores falsos” (BLÁZQUEZ DE VALVERDE, 1658, p. 4).Con todas las certificaciones necesarias para enviar a España, adjuntó otra sentencia referida al indio Domingo, donde ratificó lo expresado por Jarque, agregando Antonio, que el sitio de las minas era el pueblo de Concepción, por lo que declaró que todos sus dichos eran falsos, confesando que era tupí nacido en Yaguarón y que lo había sacado de allí el capitán Cristóbal Ramírez Fuenteal, su amo, siendo uno de los delatores que en su lecho de muerte confesó sus mentiras. El capitán regaló el indio al mencionado Melchor Maldo-nado y luego pasó a las órdenes del obispo Cárdenas (CHARLEVOIX, 1913, p. 213; PASTELLS, 1915, p. 477). Antonio fue perdonado por los jesuitas, pero condenado por el oidor a “un año y ocho meses de pri-sión” y “más de doscientos azotes que se le den por las calles públicas de esta ciudad, puesto a caballo en una albarda, con voz de pregonero que publique su delito” (BLÁZQUEZ VALVERDE, 1658, p. 5). Eso sí, se le perdonaron las costas “por su pobreza”.20 El mapa que presentó Antonio lo publicó por primera vez el P. Hernández (1913, p. 228) y se ha conservado en el Archivo General de Indias, con una copia de otra mano, posiblemente del siglo XVIII (Figura 2). [p. 18]

Para 1661 tendríamos novedades, pues las cartas sobre las rique-zas de los jesuitas seguían llegando a la corte. En ese año se designó al doctor Fernando de Iravedra de Paz, oidor de la flamante Audiencia de Buenos Aires, aunque nunca arribó a las costas platenses. Sí tuvo un encargo importante como fue la de nuevamente: “averiguará por exa-men de testigos y otras cualesquiera diligencias que para ello puedan hacerse, si es cierto que en la provincia del Uruguay contenida en las del Paraguay, hay o ha habido minerales de oro”. Este documento, que transcribe Trelles (1870, p. 103), lo repiten Hernández (1913, p. 230) y Furlong (1962, p. 444).El caso es que el oidor de la Audiencia de Buenos Aires y visi-tador de las Cajas Reales licenciado Pedro de Rojas y Luna, recibió la comisión de Iravedra pero parece que no hizo mucho y tampoco se le exigió que lo hiciera.De una tragedia a otraPara el siglo XVIII la versión de las riquezas de los jesuitas se extendió por todo el mundo. Se insistía que los jesuitas controlaban minas de oro ocultas y que contrabandeaban el precioso metal burlando el pago de impuestos a la corona.

Furlong (1962, p. 444) escribe que periodistas de Holanda repe-tían el tema, incluso dando nuevas noticias, como por ejemplo que había una “Casa de la Moneda en las Reducciones” y publicando dibujos de las monedas de oro y plata que allí se acuñaban. Quizás esta mención surja de lo escrito por el holandés Wilhelm Glimmer que participó en 1601 de una expedición al sertão con el gobernador del Brasil Francisco de Souza (1591-1602) en busca de oro. Partieron de San Pablo, pasando por San Miguel, y él escribió que llegaron a los “montes de los guarimumis o marumimis, en los cuales hay oro” (DERBY, 1899, p. 333).

El Mercure Historique et Politique (Figura 3) se traducía e impri-mía en Madrid con el agregado de noticias locales, de tal manera que tenía una amplia llegada. En una edición de La Haya de diciembre de 1755, daba noticia de la revolución del Paraguay gestada por los jesuitas que armaron a los indios contra españoles y portugueses dando por un hecho que: “Las minas de oro, plata y piedras preciosas que se descu-brieron más tarde en el lugar, proporcionaron una nueva oportunidad para ejercitar la industria y el ingenio laborioso de los habitantes”.21 Era el que llamaban “Imperio” jesuítico, con un fuerte poder económico y militar. Seguidamente, se escribe “el último de sus Provinciales se ha proclamado Rey de este país, con el nombre de Nicolás I22 y luego “Va-rias personas de la Corte recibieron, de este país, y tienen en sus manos, Medallas de Oro y Plata, que atestiguan este acontecimiento, y en las que se representa a este jesuita con todos los atributos de la realeza, con el título de Nicolás I Rey de Paraguay, del Uruguay”.23 Otros medios se hacían eco, alcanzando una amplia difusión en Europa[p. 20]







Nascimento de Paulo de Proença
Data: 01/01/1530
Créditos/Fonte: https://genearc.net/
01/01/1530


ID: 5390


  18 de agosto de 1640, sábadoID: 30768
Bula
Atualizado em 11/07/2025 02:39:20
    

  novembro de 1647ID: 30766
Registro
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  7 de março de 1649, domingoID: 30769
Jesuítas
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  12 de abril de 1650, terça-feiraID: 30770
Registro
Atualizado em 11/07/2025 02:42:04
    

  1 de janeiro de 1656, sábadoID: 30759
Hh
Atualizado em 11/07/2025 00:02:46
 •   Fontes (1)
     Imagens (1)
    
    

  5 de setembro de 1664, sexta-feiraID: 30767
Marcos de la Vega dejó testimonio, fechado el 5 de setiembre de 1664
Atualizado em 11/07/2025 02:26:30
    

  


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