Primera campaña, 1640-1641
A fines de agosto o principios de septiembre de 1640, la gran bandeira partió de Sao Paulo de Piratininga con rumbo a las reducciones del Alto Uruguay, bajo el mando de Jerónimo Pedroso de Barros y de Manuel Pérez.
Por el camino del occidente de las sierras de la costa del Atlántico, cruzó el Alto Iguazú y acampó en las nacientes del Apiterebí o Chapecó, donde hicieron el campamento principal. Bordeando este arroyo, bajaron a su desagüe en el río Uruguay, construyeron "ranchadas" y, con maderas, cañas y lianas de la región, hicieron canoas, balsas, arcos y flechas.
Una partida bajó en canoas, al impulso de la corriente, a la reducción de la Asunción del Acaraguá, abandonada con anterioridad por sus moradores, que se ubicaron en las cercanías del arroyo Mbororé. Allí construyeron empalizadas para encerrar cautivos y, luego, regresaron a las ranchadas del Chapecó.
El hallazgo de algunas canoas y balsas con flechas y enseres, desprendidas de su amarradero por la creciente del río, confirmó a los sacerdotes la información de los "bomberos" o espías sobre la presencia de los paulistas en las proximidades.
El superior de las misiones, padre Claudio Ruyer, el 8 de enero de 1641 ordenó la urgente concentración de los guaraníes de las reducciones y logró reunir a 4200 indios efectivos del ejército misionero bajo las órdenes de los capitanes Abiarú y Ñeenguirú. [p. 233]El R. P. Ruyer y estos dos caciques, en una flotilla de canoas tripuladas con los primeros 2000 neófitos concentrados, remontaron el Uruguay hasta el arroyo Acaraguá, donde se les incorporó el padre Cristóbal Altamirano con algunos sacerdotes al frente de otra pequeña agrupación de embarcaciones. Una ligera partida de soldados misioneros remontó el río hasta las cercanías de las bases enemigas, en la confluencia del Apiterebí o Chapecó, y velozmente, aguas abajo, volvió con información precisa sobre el enemigo. El padre Ruyer estudió la situación y resolvió el repliegue de las fuerzas a las bases ar-tilladas de Mbororé, actual arroyo Once Vueltas, afluente de la ribera misionera del río Uruguay, aunque dejó una avanzada de quince canoas de guerra frente a las empaliza-das de Acaraguá al mando de Abiarú y del padre Altamirano. Los bandeirantes, desde la confluencia del Chapecó, en su flotilla de canoas y de balsas impulsadas por la corriente del río crecido, bajaron al Acaraguá. Su vanguardia, en un aparatoso despliegue de combate, chocó con la vanguardia fluvial misionera. Abiarú, en una rápida maniobra inicial, con gran audacia, pericia y valor, hundió algunas